Cuando el profesor de BYU Ryan Gabriel visitó la iglesia Bautista de la Calle 16 en Birmingham, Alabama, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras reflexionaba sobre la pérdida de cuatro niñas en un acto de violencia como resultado de los prejuicios. Contó esta experiencia en un devocional el 6 de abril en BYU, “Sanando el racismo a través de Jesucristo”.
En septiembre de 1963, en un intento de dañar e intimidar a la comunidad negra local, cuatro supremacistas blancos colocaron dinamita debajo de las escaleras de la iglesia Bautista de la Calle 16. La explosión mató a Addie Mae Collins, Cynthia Wesley, Carole Robertson y Carol Denise McNair.
Los Santos de los Últimos Días tienen conocimiento de incidentes causados por prejuicios religiosos en la historia de la Iglesia, como la Masacre de Hawn’s Mill, pero están menos conscientes de las tragedias motivadas por la intolerancia racial.
“Ampliar nuestra comprensión del sufrimiento y las tragedias de los demás puede despertar la caridad en nosotros”, dijo Gabriel, profesor asistente de sociología.
Hizo hincapié en la importancia de contemplar momentos históricos desafiantes a través de la lente del evangelio de Jesucristo para “aumentar nuestro aprecio por el hermoso poder sanador del Príncipe de Paz”.
“De manera similar, descubriremos pistas de la vida y los principios que enseñó nuestro Salvador sobre cómo cumplir fielmente el encargo que el presidente Russell M. Nelson nos ha encomendado de ‘liderar en el abandono de actitudes y prejuicios’”, dijo Gabriel.
Injusticia racial histórica y la ayuda de Jesucristo
A pesar de que hay muchos aspectos admirables de la historia de los Estados Unidos, también hay eventos que “han marcado la historia de nuestra nación en donde actos de injusticia racial han destruido familias, sus comunidades y obstaculizado las esperanzas de unidad y sentido de pertenencia”, como la migración forzada de los nativos americanos conocida como el Camino de las Lágrimas y los campos de internamiento japoneses de la Segunda Guerra Mundial.
“El ejemplo más conocido de injusticia racial se remonta a lo que algunos llaman el pecado original de Estados Unidos — la esclavitud”, dijo Gabriel.
Después de la Guerra Civil, persistieron las injusticias raciales en formas como el arrendamiento de convictos. En la década de 1940, los estados del sur aprobaron leyes que se referían únicamente a los afroamericanos, que “colocaron de manera eficaz a los negros, incluyendo a los niños, bajo una nueva forma de esclavitud en la que se encontraron en condiciones de trabajo aterradoras que con frecuencia terminaron en la muerte”, dijo Gabriel.
También hubo aproximadamente 4.400 linchamientos documentados, eventos de tortura pública para “aterrorizar a las comunidades negras conduciéndolas a un estado de miedo y servidumbre”, desde 1877 hasta 1950.
Aunque es doloroso imaginar este tipo de trato a los hijos del Padre Celestial, el conocimiento de que “el Salvador conoce [el dolor] de cada esclavo africano, de los niños negros que murieron en las minas oscuras, de Mary Turner — embarazada — colgada en agonía del Puente Folsom, y de los pequeños Sardius, Alma y Charles en Hawn’s Mill” puede traer paz y consuelo “al reflexionar sobre las injusticias cometidas contra nuestros hermanos y hermanas”.
La creación de la raza y la paz en Jesucristo
Además de las primeras justificaciones científicas equivocadas, se utilizaron interpretaciones incorrectas de las escrituras para argumentar que los individuos con ascendencia africana eran hijos inferiores de Dios.
“Por consecuencia, muchos que tenían ventajas sociales debido a su raza tenían la idea de que sus privilegios y el maltrato de la sociedad hacia los grupos de piel oscura estaban aprobados por la naturaleza y por Dios”, explicó Gabriel.
Durante el histórico boicot de autobuses de Montgomery, Alabama, las casas del reverendo Martin Luther King Jr. y de otros líderes cristianos del boicot, fueron bombardeadas con fuego y fueron arrestados por su participación en el boicot.
“Se necesitó fe para que los boicoteadores soportaran estas indignaciones diarias, caminaran decididamente en una protesta cristiana pacífica y aún así encontraran gozo”, dijo Gabriel.
“(Cristo) está muy consciente de la persecución y de la resistencia que seguramente vendrá sobre aquellos que se esfuerzan por construir sociedades más justas, y por ende, Él imparte una visión de esperanza y magnífica abundancia espiritual para aquellos que se dedican a tal causa”.
Orgullo, codicia y racismo
Aunque la nación ha avanzado en materia de igualdad racial, el racismo sigue siendo una fuerza destructiva.
“El adversario usa el orgullo, intrínseco al racismo, para intentar distorsionar un principio fundamental del plan de salvación — que todos somos hijos espirituales iguales de Padres Celestiales”, enseñó Gabriel.
Las personas inocentes que buscan un sentido de propósito y destino pueden ser atraídas a la filosofía de la supremacía racial, dijo Gabriel.
“El orgullo en lo que respecta a la raza y el racismo puede manifestarse con gran sutileza, lo que dificulta su desarraigo”.
El orgullo conduce a las personas al racismo y justifica su aplicación, y la codicia a menudo lo motiva.
“El adversario ofrece la fuerza destructiva del racismo como una herramienta peligrosa para justificar la codicia, la codicia que se manifiesta en la opresión de otros para obtener ganancias materiales, poder y control”, dijo Gabriel.
Sanando el racismo a través de los grandes mandamientos de Jesucristo
El Salvador invita a todos a compartir Sus dones de amor y redención.
El adversario, según Gabriel, intenta perpetuar la idea “de que si queremos un mundo en el que la raza ya no sea un factor que contribuya a la forma como se trata a varios grupos, entonces debemos dejar de centrarnos en la raza”.
Sin embargo, debido a los “pecados históricos que repercuten en la actualidad”, esta perspectiva no funciona.
“Intentar no ver la raza disminuye nuestra capacidad de ver los desafíos característicos de nuestras hermanas y hermanos y limita nuestra capacidad para servirles de la manera más benéfica”, explicó Gabriel.
Menguar los impactos del racismo en la vida de los hijos del Padre Celestial no hace nada para detener el racismo que ocurre en la educación, en el sistema de justicia penal, en la vivienda y el empleo — todo lo cual afecta las oportunidades de las familias y tiene sus raíces en un pasado acosado por una profunda y de gran alcance injusticia racial, dijo Gabriel.
“Cristo mismo nos pide que recordemos y conozcamos su sufrimiento — que toquemos las cicatrices de sus manos y pies. Él no nos pide que neguemos el dolor ajeno, sino que lo conozcamos y lo toquemos. Negar el dolor genuino de otro es negar el mismo sufrimiento que Cristo sintió por ellos en privado en el Jardín de Getsemaní y públicamente en la cruz del Calvario”.
Para avanzar hacia una comunidad de Sion, Gabriel sugirió enfocarse en los dos grandes mandamientos — amar a Dios y amar a tu prójimo como a ti mismo.
El ejercicio de la gratitud a Dios nos lleva a comprender que “dependemos totalmente de Él para todo lo que tenemos, tanto temporal como espiritual, y que nadie es más grande que otro”, lo cual combate la justificación y la motivación del racismo debido al orgullo y la codicia.
“Si queremos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, debemos reconocer sus necesidades, sus dolores, sus esperanzas y sus sueños”, dijo Gabriel.
El segundo gran mandamiento también requiere “un profundo cuestionamiento de nuestras suposiciones acerca de aquellos que se ven diferentes a nosotros”.
“Por ejemplo, ¿creen que la razón principal por la que la pobreza económica es mayor en algunos grupos raciales y étnicos en comparación con otros (es) por que los grupos económicamente más pobres no valoran el trabajo duro?” Preguntó Gabriel. “Si es así, humildemente les invito a que se den cuenta a dónde le lleva esa línea de pensamiento. Podría llevarlo a sentir que los pobres de estos otros grupos no son dignos de servicio porque perciben que ellos han sido causantes de su propia condición económica”.
Cristo es el modelo de cómo amar a los demás, y “podemos trabajar para seguir Su sublime ejemplo para ayudar a sanar el racismo dentro de nuestras comunidades y construir el sentido de pertenencia”.
La autora ganadora del premio Pulitzer Isabel Wilkerson afirmó que “la relación que tenemos con los problemas sociales es similar a la de las personas que heredan una casa antigua”.
“La casa está en un hermoso terreno y tiene un cimiento sólido, pero tiene paredes deformadas, tuberías oxidadas y cableado defectuoso. A pesar de no ser originalmente responsables de estos problemas, somos los dueños por herencia de lo que está bien y lo que está mal en la casa”, detalló Gabriel.
Los representantes de Cristo pueden trabajar arduamente para sanar los legados heredados y dolorosos del racismo que continúan manifestándose de formas nuevas y perniciosas.
Gabriel invitó a los oyentes a construir Sión aprendiendo sobre culturas diferentes a las suyas y desarrollando amistades con personas de diferentes razas, etnias y orígenes.
Enseñó que, “unirnos en torno a nuestros puntos en común contribuirá mucho a construir puentes de cooperación y amistad duradera”.
“Mis queridos hermanos y hermanas, en algún momento de nuestras vidas, todos hemos pensado, hablado o nos hemos comportado con prejuicios”, dijo Gabriel. “La buena noticia es que podemos acudir a la fuente de aguas vivas, Jesucristo y su expiación, para nuestra sanación y redención”.
“Al aplicar personalmente la Expiación con la intención de vivir el gran mandamiento, estamos contribuyendo colectivamente a la creación de Sión — una comunidad de los puros de corazón”.