¿Escuchar al presidente Russell M. Nelson dar una conferencia como si fuera local, pero por vía tecnológica en los tiempos de incertidumbre de 2020? ¿Apoyar la obra misional de una nación usando solamente misioneros nativos?
Referente a lo que los santos de los últimos días enfrentan hoy en día debido a los ajustes de la Iglesia por la pandemia del COVID-19, aquellos de Venezuela pueden decir: “ya pasé por eso — estuve ahí, lo sufrí”.
Ahora que la conferencia general de abril de 2020 será dada en una serie de sesiones digitales, el profeta y otros líderes de la Iglesia hablarán directamente a una videocámara para una transmisión, en lugar de estar enfrente de una congregación en el Centro de Conferencias.
A principios de este año, el presidente Nelson y el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, hicieron algo similar para el devocional del 2 de febrero de Venezuela, impartiendo palabras de consuelo, de ánimo y de perspectiva eterna a los que están en ese sufrido y atribulado país sudamericano.
Las restricciones de viaje y las preocupaciones de seguridad les impidieron ir personalmente y reunirse ahí con los santos de los últimos días. Así que, el presidente Nelson y el élder Christofferson grabaron previamente sus mensajes, que fueron transmitidos a Venezuela, copiados en memorias portátiles y enviados a todas las estacas y distritos para que se vieran localmente. En total, cerca de 24.000 personas vieron el devocional de domingo en las capillas de todo el país.

Los mensajes de ese devocional resuenan hoy en día a medida que los santos de los últimos días de todo el mundo se preparan para participar en la conferencia general de este fin de semana, enfrentando restricciones y los mandatos de quedarse en casa debido al contagio mundial del coronavirus.
“Cuando enfrentamos desafíos y aflicciones, nos podemos sentir desanimados, o tal vez olvidados”, dijo el presidente Nelson. “Les aseguro que Dios no los ha olvidado. … Testifico que el Señor sabe de ustedes. Están grabados en las palmas de las manos del Hijo de Dios. Él no los abandonará”.
El élder Christofferson agregó un segundo testimonio de que la paz personal es posible para los santos de los últimos días venezolanos, cuando él y el presidente Nelson dieron sus mensajes en español.
“Aunque no podemos estar presentes físicamente con ustedes en este momento, estamos agradecidos de que al menos podemos enviarles a ustedes un mensaje de esperanza y ánimo”, dijo él. “Nuestro ruego es que el Santo Espíritu, el Consolador, nos inspire y pueda llevar nuestras palabras al corazón de cada uno de ustedes”.

Durante varios años, Venezuela ha sido asediada por la desestabilización económica y social, por las preocupaciones de seguridad y desconfianza, por las prohibiciones de viaje, las sanciones y por la hiperinflación. La Iglesia ahí ha tenido que ser autosuficiente en el liderazgo local y en el crecimiento de la membresía, sin misioneros extranjeros asignados.
Actualmente, en todo el mundo los misioneros no nativos están regresando a sus países de origen como una precaución durante la pandemia del COVID-19. En la mayoría de los casos, los continuos ajustes de la Iglesia a la obra misional han resultado en que solo los misioneros nativos se queden en sus países respectivos para llevar a cabo la obra.
Por otra parte, en Venezuela, la norma por años ha sido que las misiones tengan solo misioneros nativos. Eso empezó cuando, en 2005, debido al clima político adverso, los misioneros de Norte América fueron retirados de ese país.
El élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, citó esa experiencia cuando visitó Venezuela en agosto de 2013 — ocasión en que por primera vez en 14 años un apóstol pudo reunirse con los miembros de la Iglesia y dirigir grandes reuniones en ese país. Ningún otro líder principal de la Iglesia ha hecho lo mismo desde ese entonces.

El élder Cook — el director ejecutivo del Departamento Misional en 2005 — hizo notar eso porque los misioneros venezolanos eran solo alrededor del 50 por ciento de la fuerza misional en ese momento; la Iglesia consideró la consolidación de las cuatro misiones con sedes en Caracas, Maracaibo, Valencia y Barcelona.
El apóstol recordó: “Los líderes en Venezuela dijeron: ‘Sabemos que los misioneros venezolanos que queden solo podrían llenar dos misiones de tamaño normal, pero por favor no hagan eso. Nos levantaremos y llamaremos a personas jóvenes adicionales y cubriremos esas misiones’”.
Venezuela se levantó. Esa actitud prevaleció de nuevo en 2014 cuando, por causa de la continua agitación política, la Iglesia retiró de esa nación a 152 misioneros extranjeros — que eran de varios países latinoamericanos — y los reasignó a otras misiones de Sudamérica.
Hoy, Venezuela todavía tiene cuatro misiones — con solo venezolanos — junto con 167.000 miembros en 24 estacas y 231 congregaciones. Y a través de años de desafíos e incertidumbres, los santos de los últimos días locales han disfrutado de las bendiciones del Templo de Caracas, Venezuela, hasta que recientemente también fue cerrado junto con los demás templos de la Iglesia para un cierre temporal debido a las restricciones del coronavirus.
Cuando la pandemia del COVID-19 haya pasado y las condiciones lo permitan, la conferencia general volverá otra vez a un escenario más normal y los misioneros serán asignados a otras misiones que no sean de su país. En Venezuela, ese tiempo será a la vez de pos-pandemia y después de una situación de desestabilización política y de turbulencia económica. Hasta entonces, los santos de los últimos días venezolanos continuarán sirviendo como ejemplos de fe, de perseverancia y de crecimiento durante tiempos inciertos e inestables.
