BATANGAS, Filipinas — Al asomarse por la puerta de su pequeño hogar de bloques de cemento, Jorge Alvarez sonrió. “Estoy muy feliz de estar en casa”, dijo él. “Pero hay mucha limpieza que hacer”.
Luego de pasar 25 días en el centro de la Estaca Batangas Filipinas — donde buscó refugio después de evacuar su ciudad natal de Lemery, Filipinas — Alvarez estaba emocionado de estar en casa.
El volcán Taal entró en erupción el 12 de enero y envió una nube de cenizas, vapor y rocas a lo largo de muchos kilómetros por el aire, la cual impactó a 96.061 personas — incluidos Alvarez y su familia.
Alvarez, que depende de una silla de ruedas o muletas para moverse, regresó del centro de estaca a su hogar para encontrar un techo y paredes desmoronados y gruesas capas de ceniza volcánica.
“Me duele la espalda de sentarme en la silla”, dio Alvarez, señalando la silla de ruedas que se encontraba contra la pared dentro de su casa. Sin embargo, el centro de estaca que les sirvió a él y su familia de centro de evacuados era muy grande como para que Alvarez se moviera con comodidad usando muletas. Así que, cuando tuvo la oportunidad de regresar a su hogar, Alvarez la tomó entusiasmado.
Luego de amontonar a su familia en una motocicleta triciclo prestada, en el estacionamiento del centro de la Estaca Batangas la mañana del 6 de febrero, Alvarez estuvo entre los primeros grupos de personas que regresaron a sus hogares en Lemery, en el lado sudoeste del lago Taal, que rodea al volcán en actividad.
Aunque el nivel de alerta luego de la erupción volcánica sigue siendo 3 (en una escala de 5) y muchas partes de la ciudad aún están cubiertas por gruesas capas de ceniza, Alvarez decidió que no quería esperar más en el centro de evacuados.
“Estamos agradecidos a nuestros hermanos y hermanas en la ciudad de Batangas por ministrarnos durante tres semanas, pero es hora de regresar a casa”, dijo Alvarez.
Durante el curso de las últimas tres semanas, el centro de la Estaca Batangas ha albergado a más de 150 evacuados de Lemery y otras ciudades aledañas a las costas del volcán Taal.
Sin embargo, para muchos de los santos de los últimos días evacuados de Lemery, la capilla de Batangas no fue la primera parada. Al principio, algunos miembros se refugiaron en el edificio de la Rama Lemery o en otros refugios más locales.
No fue sino hasta que hubieron pasado una noche con mucho miedo en la pequeña capilla de su rama, con gruesas cenizas cayendo fuera y temblores que ocurrían cada tres o cuatro minutos, que comprendieron que deberían buscar refugio y ayuda en otro lado, dijo el presidente David Arrieta, primer consejero en la presidencia de la Rama Lemery.
Para la mañana siguiente, el lunes, 13 de enero, la mayoría de la ciudad ya había sido evacuada. Los santos de los últimos días, muchos de los cuales no tenían autos, se estaban quedando sin comida.
Fue entonces cuando Ronaldo Noche, presidente del Distrito Balayan, le envió un mensaje de texto a su amigo, Jon Reyes, presidente de la Estaca Batangas Filipinas, para pedir ayuda.
Al principio, el presidente Reyes pensó que los miembros de Lemery simplemente necesitaban suministros, así que organizó a los miembros con vehículos para llevar comida a las zonas restringidas donde la caída de ceniza había sido más pesada. Sin embargo, cuando el grupo reconoció las gruesas capas de ceniza que aún flotaban en el aire, el presidente Reyes comprendió que los suministros quizás no serían suficientes.
“Fue entonces que me preocupé mucho”, dijo él. “No sabía que la situación era tan mala en ese momento. Es una imagen que nunca se borrará de mi mente”.
Lo que inicialmente era un viaje para enviar suministros, pronto se convirtió en un esfuerzo organizado de rescate. El presidente Reyes reunió a cuantos conductores y vehículos pudo de su estaca para ir a aquella zona y traer a las personas. Fue entonces cuando también decidió convertir su centro de estaca en un centro de evacuados.
Desde entonces, el centro de estaca se ha convertido en una especie de hogar para quienes se refugian allí, ya sean miembros o no. La reciente visita del élder Quentin L. Cook a la estaca fue uno de esos momentos que lo hicieron sentir como un hogar para muchos.
No existen muchos aspectos positivos de ser un evacuado, explicó el presidente Arrieta, pero ver la bondad de aquellos que lo rodean definitivamente es una de las cosas buenas. Así fue con la reciente visita del élder Cook, añadió.
Para Ronald Dudas, presidente de la Rama Lemery, la visita del élder Cook “se sintió como una conferencia especial solo para evacuados”. Además, durante el tiempo en que estuvo allí, muchas personas pudieron olvidar sus dificultades y deleitarse en la elevación espiritual que trajo la visita.
Los domingos, para ayudar a recibir a los miembros de los barrios que se reúnen en la capilla, así como aquellos que se albergan allí, el presidente Reyes dijo que han comenzado a tener tres reuniones sacramentales en el centro de estaca — dos para los barrios que se reúnen allí regularmente y una para la Rama Lemery — y han cancelado las otras clases.
Para el presidente Reyes, convertir el centro de estaca en un centro de evacuados y abrir las puertas a los necesitados era “simplemente algo que sentimos el deber de hacer”, dijo él. Y aunque la mayoría de las personas que se quedan allí, como Alvarez, están deseosas de volver a casa, reconocen y atesoran la bendición que representa.
Incluso los oficiales de gobierno que visitan el centro de estaca para registrar y actualizar la cantidad oficial de evacuados albergados allí han hablado sobre cuán agradable es el lugar, señalando que tiene aire acondicionado, se mantiene limpio — a pesar del gran aumento en la cantidad de usuarios — y en general tiene un ambiente más acogedor, explicó el presidente Reyes. Una de las diferencias claves entre los refugios que provee la Iglesia y los demás es el hecho de que los refugios de la Iglesia se dirigen bajo el liderazgo del sacerdocio, dijo él.
Aunque los líderes y miembros de la Iglesia están muy familiarizados con responder a los desastres naturales en las Filipinas, el presidente Reyes dijo que la respuesta a la erupción del Taal tenía que ser diferente debido a la alta alerta extendida y los bloqueos que, hasta los últimos días, han impedido que muchos evacuados regresen a sus hogares — aunque sea solo para limpiar o buscar sus animales o pertenencias.
Aunque las blancas nubes de vapor provenientes del Taal siguen siendo visibles, y el nivel de alerta por ahora permanece en 3, aquellos que están ansiosos de volver a sus hogares, lentamente están comenzando a hacer que las calles cubiertas de cenizas que rodean al lago Taal parezcan menos fantasmagóricas. Además, ahora, la mayoría de las seis estacas que albergaron evacuados durante las últimas semanas se han vaciado — las Estacas Batangas y Rosario son las últimas que todavía albergan evacuados y se espera que queden vacías al comienzo de la semana entrante.
“Nunca hemos tenido evacuados durante tanto tiempo”, dijo el presidente Reyes, señalando que su preocupación continua ha sido la de resolver cómo mantener a 150 personas durante tres semanas. Pero los miembros han estado más que a la altura del desafío.
Los miembros de todas partes han hecho donaciones continuamente, dijo el presidente Arrieta. “Estamos muy agradecidos. Fueron rápidos en responder, y son nuestros hermanos y hermanas”.
Ya sea ofrecerse de voluntarios para conducir hasta la zona de peligro a fin de rescatar personas o reunir y donar grandes cantidades de ropa, alimentos y otros suministros, los miembros continuamente vienen a él preguntando cómo pueden ayudar, dijo el presidente Reyes.
“Lo que más me sorprendió cuando les pedí ayuda a los miembros fue que estuvieran allí enseguida”, dijo él. “No creo que ninguno lo haya pensado dos veces. Estoy agradecido de estar en el medio de todo esto y verlos dar. Ese tipo de ministración no se puede enseñar”.
En total, hubo un gran desplazamiento de miembros en las áreas aledañas, dijo el élder Evan A. Schmutz, setenta autoridad general y presidente del Área Filipinas. Ahora, a medida que los miembros comienzan el regreso a sus hogares y dejan atrás los centros de evacuados, los líderes locales continuarán ayudando al evaluar las necesidades constantes de aquellos afectados más severamente.
“Ahora que pasó el peligro inmediato, estamos considerando qué esperar en relación con algunas de las necesidades locales a largo plazo”.
Una de las cosas buenas del Área Filipinas, añadió el élder Schmutz, es que, debido a que el área y los miembros son tan maduros en el evangelio y las muchas formas en que opera la Iglesia, los líderes locales pueden evaluar las necesidades y responder con confianza y con la fuerza de muchos miembros dedicados para ayudarlos — tanto en la respuesta como en la recuperación de este tipo de eventos.