Mientras servía como líder en la Iglesia, un hombre joven vino a mí para hablar sobre la dificultad que tenía para mantener limpios sus pensamientos. Él dijo que a menudo le venían a la mente pensamientos indebidos y él se esforzaba por alejarlos. Le pregunté si tenía una canción que cantara o una escritura que recitara para ayudarle a eliminar tales pensamientos. Él me dijo que sí, y que eso le ayudaba, pero a veces dichos pensamientos aún permanecían o regresaban.
Luego, hice otra pregunta: “¿Oras diariamente?”.
“No siempre”, fue la respuesta. Pregunté sobre su lectura diaria de las escrituras; era esporádica. ¿Asistía a todas sus reuniones de la Iglesia? “No siempre”, fue la respuesta.
Medité durante un momento, y luego tuve una impresión. Dije: “Te gusta jugar al baloncesto, ¿no es así?”.
“¡Ah, sí!”, fue la respuesta, “me encanta el baloncesto”.
“Bueno, supón por un momento que, en tu próximo juego, el entrenador llamara a todos los jugadores juntos justo antes de comenzar y dijera: ‘Esta noche, jugadores, vamos a probar una nueva estrategia: nadie debe atacar. Vamos a ahorrarnos toda la energía y jugar el mejor partido defensivo que nadie haya jugado’. ¿Cuál es lo mejor que tu equipo podría esperar hacer?”.
Se veía algo perplejo y respondió: “Terminar iguales, un empate cero a cero”.
“Así es”, respondí, “y creo que eso es lo que tú estás haciendo. Has estado jugando a la defensiva. Cuando un pensamiento malo viene a tu mente, intentas echarlo fuera. Eso es bueno, pero es lo mínimo de lo que deberías estar haciendo. Necesitas tomar la ofensiva. Porque, en verdad, la mejor defensa es una buena ofensiva. Cuando tú tienes el balón, el otro equipo no puede anotar”.
Uno no puede jugar a la defensiva solamente y esperar ganarle a Satanás. Ese fue el consejo de Pablo: “No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien” (Romanos 12:21), y es también el consejo para los santos de nuestra época: “los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia” (Doctrina y Convenios 58:27). No es de sorprender que Lucas resumiera la vida del Salvador —una vida de ofensiva espiritual— en estas palabras: “[Él] anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38).
Del mismo modo, los padres pueden ayudar a sus hijos a tomar la ofensiva espiritual —a ponerse toda la armadura de Dios— no solo el escudo de la defensa sino también la espada de la ofensiva. Pueden asegurarse de que estén haciendo oraciones matutinas, así como nocturnas, y que oren por cosas de valor eterno, tales como la fortaleza y la disciplina moral, encontrar un digno compañero o compañera eternos, tal como mi madre me alentaba a hacerlo, y procurar los dones del Espíritu que puedan refinarlos y perfeccionarlos. Entonces, la promesa del Señor puede hacerse realidad: “Ora siempre … para que venzas a Satanás” (Doctrina y Convenios 10:5).
Los padres pueden guiar con el ejemplo y ayudar a sus hijos a desarrollar el hábito del estudio diario y poderoso de las escrituras. Nefi enseñó: “deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3).
¿Pero cómo es esto posible? ¿Pueden las escrituras decirnos con quién nos deberíamos casar o qué carrera seguir? En un sentido real, sí. ¿Pero cómo? Debido a que las palabras de Cristo nos enseñan principios correctos y, además, invitan al Espíritu para que podamos aplicar esos principios a cualquier desafío en particular que enfrentemos en la vida. De este modo, las escrituras no son solo un escudo para defendernos contra la falsedad, sino una espada que abre el sendero que debemos seguir en la vida.
Podemos y debemos ser proactivos para ayudar a nuestros hijos a tomar la ofensiva en los asuntos espirituales.
Donde sea posible, los padres pueden alentar a los hijos a tomar la ofensiva al asistir al templo para efectuar la obra vicaria por los muertos y llevar a cabo la investigación de historia familiar y la indexación. Pueden ayudarlos a recibir bendiciones patriarcales tan pronto como sean maduros espiritualmente, sabiendo que estas bendiciones ayudarán a reforzar la identidad y el destino divino de sus hijos y, de ese modo, los ayudarán a navegar lo que, de otro modo, podrían ser años difíciles de la adolescencia.
Los padres pueden asegurarse de que sus hijos tengan imágenes edificantes en sus cuartos, como imágenes del Salvador y del templo, y que estén escuchando música inspiradora y viendo películas edificantes. Los padres y los líderes del sacerdocio pueden dar bendiciones que fortalezcan la resolución y ensalcen las virtudes de una vida limpia.
Podemos y debemos ser proactivos para ayudar a nuestros hijos a tomar la ofensiva en los asuntos espirituales. Cuando los padres procuren el Espíritu, llegará la guía divina que les ayudará en ese objetivo —de no solo enseñar a sus hijos a defenderse contra las tentaciones del Maligno, sino aún más— a conquistarlo.
Entonces llegará el tiempo, debido a la rectitud de los santos, en que Satanás será atado y no tendrá “poder sobre el corazón del pueblo” (1 Nefi 22:26). A medida que ayudamos a nuestros hijos a tomar la ofensiva espiritual, ponemos a Satanás en la defensa y, de este modo, aceleramos la llegada del día en que Satanás no tendrá más poder sobre el corazón de los hijos de los hombres.
— Tad R. Callister es un setenta autoridad general emérito y sirvió como presidente general de la Escuela Dominical.