En medio de una época de distanciamiento social y aislamiento, disturbios civiles y divisiones políticas, los líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ofrecieron mensajes oportunos y relevantes a los miembros durante la Conferencia General Semestral N.° 190.
“La vida sin Dios es una vida llena de temor. La vida con Dios es una vida llena de paz”, declaró el presidente Russell M. Nelson durante la sesión de mujeres.
Muchos líderes generales de la Iglesia ofrecieron consejo el sábado y el domingo, 3 y 4 de octubre, sobre cómo los miembros pueden unirse a pesar de las disputas profundas y polémicas en la sociedad y en el mundo de hoy.
Durante un tiempo de ira y odio en las políticas y normas, los seguidores de Cristo deben aprender a adherirse a Su enseñanza “muy conocida pero que rara vez se practica” de “amar a sus enemigos”, dijo el presidente Dallin H. Oaks, primer consejero de la Primera Presidencia durante la sesión de apertura.

“En un gobierno democrático, siempre tendremos diferencias en cuanto a los candidatos y las normas propuestas. No obstante, como seguidores de Cristo debemos renunciar a la ira y al odio con que se debaten o condenan las decisiones políticas en muchos casos”.
Una persona aprende a amar a su enemigo o adversario al evitar la ira y hostilidad, aumentar el amor por Cristo y guardar las leyes de su país.
La lealtad a la ley establecida en lugar de “aliados” o ideologías temporales, es la mejor manera de amar a los enemigos al procurar la unidad en la diversidad, dijo el presidente Oaks.
“Después de haber vivido en muchas partes de esta nación, el Señor me ha enseñado que es posible obedecer y procurar mejorar las leyes de nuestra nación y también amar a nuestros adversarios y a nuestros enemigos. Si bien no es fácil, es posible con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo. Él dio el mandamiento de amar y nos promete Su ayuda si procuramos obedecer”.
En sus comentarios, el élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo que hay menos contención y conflicto en la sociedad “cuando las personas aman a Dios con todo su corazón y se esfuerzan con rectitud por llegar a ser como Él”.
Este es un tiempo de divisiones particularmente fuertes, él señaló. Sin embargo, la Iglesia puede “ser un oasis de unidad y celebrar la diversidad. Unidad y diversidad no son cosas opuestas. Podemos lograr una mayor unidad a medida que fomentamos un ambiente de inclusión y respeto por la diversidad”, dijo.

La cultura de la Iglesia proviene del evangelio de Jesucristo. Aunque los miembros y los nuevos conversos a menudo provienen de diversos orígenes raciales y culturales, “podemos estar unidos en nuestro amor por Jesucristo y la fe en Él”, dijo el élder Cook.
El élder William K. Jackson señaló que muchos de los problemas del mundo son el resultado de enfrentamientos entre las diferentes ideas y costumbres que surgen de la cultura. “Pero prácticamente todos los conflictos y caos se desvanecerían rápidamente si el mundo solo aceptara su cultura original, la que todos poseíamos no hace mucho tiempo”, dijo el setenta autoridad general. La “mayor de todas las culturas” se basa en las enseñanzas del Salvador y está disponible para todos hoy.
“De hecho, todos podemos apreciar lo mejor de nuestras culturas terrenales individuales y seguir siendo participantes en su plenitud de la cultura más antigua de todas —la original, la cultura eterna que proviene del evangelio de Jesucristo”, dijo el élder Jackson.
La hermana Michelle Craig, de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes, citó al columnista David Brooks, quien dijo: “Muchos de los grandes problemas de nuestra sociedad derivan de que las personas no sienten que se las ve ni se las conoce”.
Jesucristo, continuó ella, ve a las personas profundamente. “Él ve a las personas, sus necesidades y quiénes pueden llegar a ser. Donde otros vieron pescadores, pecadores o publicanos, Jesús vio discípulos; donde otros vieron a un hombre poseído por demonios, Jesús miró más allá de la aflicción exterior, reconoció al hombre y lo sanó”.
Incluso en medio de las vidas ocupadas de las personas, ellas pueden seguir el ejemplo de Jesús y ver al individuo —sus necesidades, su fe, sus dificultades y quiénes pueden llegar a ser, dijo la hermana Craig.
Para comenzar una búsqueda reflexiva, deliberada e intencional de llegar a ser más como el Salvador, el élder Scott D. Whiting, un setenta autoridad general, ofreció el siguiente ejemplo: “En verdad, no hay otra forma de sanar las heridas de las relaciones quebrantadas o de una sociedad fracturada que la de que cada uno de nosotros emule más plenamente al Príncipe de Paz”.

Citando una reunión de la recién organizada Sociedad de Socorro el 9 de junio de 1842, donde el profeta José Smith dijo: “Por la unidad de sentimiento obtenemos poder con Dios”, la hermana Sharon Eubank, de la presidencia general de la Sociedad de Socorro, ofreció sugerencias sobre cómo las mujeres de la Iglesia pueden incrementar la unidad en el mundo.
Primero, ten misericordia. “No nos juzguemos mutuamente ni permitamos que nuestras palabras hieran. Mantengamos nuestros nombres a salvo y ofrezcamos el regalo de la misericordia”, dijo la hermana Eubank.
Segundo, “Hagan que su bote se equilibre”. En el deporte de remo, hay algo llamado “swing” (o equilibrio) , que solo ocurre cuando “todos están remando en tan perfecta armonía que no hay ni una sola acción desincronizada”.
Dicha unidad permite que las personas “sean parte de una fuerza colectiva que cambia el mundo para siempre”.
Tercero, crear la unidad requiere esfuerzo, pero el Señor ayuda en esos esfuerzos.
“Tengo plena confianza espiritual en que, al buscar la ‘unión de sentimiento’, invocaremos el poder de Dios para hacer nuestros esfuerzos más completos”, dijo ella.

Las “hijas amadas” del Padre Celestial tienen un papel crucial en el establecimiento de Sion, un pueblo que tiene “un solo corazón y una sola mente”, dijo el presidente Henry B. Eyring, segundo consejero de la Primera Presidencia, durante la sesión de las mujeres.
“Mi experiencia me ha enseñado que las hijas del Padre Celestial tienen el don de calmar la contención y promover la rectitud mediante su amor por Dios y por medio del amor de Dios que engendran en aquellos a quienes sirven”, dijo el presidente Eyring.
La fe en Jesucristo y los efectos completos de Su Expiación infinita calificarán a las mujeres de la Iglesia —y a aquellos a quienes aman y sirven— “para el don celestial de vivir en esa sociabilidad de una Sion prometida y esperada desde hace mucho tiempo”.
El élder D. Todd Christofferson dijo que la religión y la familia son cruciales para sociedades florecientes y sostenibles porque brindan las virtudes que las sustentan: “Esas virtudes, arraigadas en las Escrituras, abarcan la integridad, la responsabilidad y el rendir cuentas, la compasión, el matrimonio y la fidelidad en el matrimonio, el respeto por los demás y por la propiedad de los demás, la necesidad y la dignidad del trabajo, y el servicio, entre otras”.
Los miembros de la Iglesia pueden contribuir a la sostenibilidad y el éxito de las sociedades en las que viven, y su “servicio más fundamental y trascendental será enseñar y vivir de acuerdo con las verdades propias del gran plan de redención de Dios”, dijo el élder Christofferson.

El presidente M. Russell Ballard, presidente en funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, hizo un llamado a las personas de todos los países del mundo a unirse en oración. “No importa cómo ni a quién oren, les ruego que ejerzan su fe —cualquiera que sea su religión— y que oren por su país y por los líderes de su nación”.
Hoy estamos en “una importante encrucijada en la historia, y las naciones de la tierra necesitan desesperadamente guía e inspiración divinas. Esto no se trata de política ni reglamentos, sino de la paz y la sanidad que pueden recibir las almas, tanto de las personas como de los países —sus ciudades, pueblos y aldeas— por medio del Príncipe de Paz y la fuente de toda sanidad: el Señor Jesucristo”, dijo el presidente Ballard.
