En la ciudad costera de Ponce, Puerto Rico, abundan muchas maneras de celebrar un cumpleaños especial.
Los participantes pueden disfrutar de una comida criolla a lo largo del paseo tablado La Guancha, recorrer la zona histórica, o incluso tomar un ferry que los lleve a la cercana Isla Caja de Muertos.
El nativo de Ponce, Pablo Rivera, celebró sus 80 años de vida el miércoles 15 de enero.
Rivera es un Santo de los Últimos Días jovial que disfruta de una buena fiesta y comida con todos sus amigos y parientes.
Pero el miércoles, el día de su cumpleaños, fue muy diferente a los anteriores para este nuevo octogenario.
En Ponce y en las comunidades circundantes en el sur de Puerto Rico, una serie de terremotos que parece no tener fin, ha dejado a muchos desplazados y necesitados en las últimas semanas. Después de un terremoto de magnitud 6,4 el 7 de enero, Rivera y su esposa, Migdalia, pasaron cuatro noches durmiendo en una carpa en un parque del vecindario.
Los Rivera ya han regresado a su hogar, pero muchos otros, que vivían en comunidades de la costa sur de Puerto Rico, todavía siguen en carpas o duermen en sus autos. Sus casas están o dañadas al grado de no poderlas habitar — o simplemente están tan atemorizados que no regresan por las réplicas constantes.
Más de 1.280 terremotos han azotado la región del sur de Puerto Rico desde el 28 de diciembre de 2019. Casi dos docenas de ellos han sido de magnitud 4,5 o más, reportó la Associated Press.
Así que, en lugar de celebrar su cumpleaños número 80 festejando y relajándose, el todavía ágil Rivera se abrió paso al centro de estaca de Ponce, saludó a la multitud de miembros y misioneros congregados ahí, se puso un chaleco amarillo de Manos que ayudan y se puso a trabajar armando kits de ayuda humanitaria.
Después, ayudó a distribuir esos kits a los necesitados — que todavía se sentían un poco nerviosos — en los vecindarios que se veían más afectados por los terremotos.
“Estamos al servicio del Señor”, dijo Rivera a Church News. “Deseo ayudar a las personas necesitadas y sé que las bendiciones vendrán. Habrá tiempo después para celebrar los cumpleaños”.
Rivera agregó que él y otros voluntarios continúan “trabajando día y noche” para ayudar a cualquiera que todavía esté acampando fuera de su hogar, o que necesite lonas, agua potable o comida para su familia.
Los puertorriqueños resistieron los horrores del huracán María, en 2017. Pero este reciente desastre natural ha traído un nivel diferente de temor y ansiedad, especialmente entre los niños. Los huracanes pueden ser pronosticados y monitoreados — pero los terremotos suceden sin previo aviso.
Migdalia Rivera dijo que muchos de los que vivían en la costa sur de su isla están optando por acampar o dormir en refugios del gobierno, “porque la gente teme regresar a sus casas”.
Así que, para los Santos de los Últimos Días locales, el servicio humanitario continúa.
Los últimos dos domingos, los miembros de la Iglesia en Ponce se han reunido para un servicio sacramental antes de cargar kits de ayuda humanitaria y otras provisiones para después dirigirse a las áreas donde las personas están acampando. En los próximos domingos, de verse necesario, los miembros locales de la Iglesia asistirán de nuevo a una reunión sacramental y después irán a servir en sus respectivas comunidades.
“Todavía estamos trabajando todos los días para apoyar a los miembros y a otras personas de la región que han sido afectadas”, informó el presidente de la Estaca Puerto Rico Ponce, Franki Ruiz.
Además de ayudar a las personas a tener comida y agua para no deshidratarse, la Iglesia también está ayudando a los que están agotados emocionalmente por los eventos recientes.
El domingo 19, sesiones de terapia grupal fueron dadas en las capillas de Ponce y Mayagüez. Mientras tanto, profesionales de la salud mental coordinados por la Iglesia están trabajando con las personas necesitadas en las áreas afectadas.
“En los campamentos improvisados, podemos notar que la gente está con mucho miedo”, dijo el gerente de los Servicios familiares del Área Caribe, Raúl Rodríguez en un reporte de Newsroom. “Las personas que hemos visto no quieren regresar a sus casas hasta que la situación vuelva a la normalidad. … Estamos organizando un equipo de terapistas y psicólogos para que trabajen con los más afectados”.
Y sí, Pablo Rivera planea continuar sirviendo — y espera celebrar en febrero sus 80 años de vida con una gran fiesta junto a su familia.