PROVO, Utah — Al recordarles a los misioneros que ellos “comparten el mismo llamado apostólico” que sus compañeros en el Cuórum de los Doce Apóstoles, el élder Dale G. Renlund alentó a la audiencia en los centros de capacitación misional de la Iglesia en todo el mundo a “atesorar constantemente las palabras de vida”.
El élder Renlund enfocó sus palabras del 14 de enero, transmitidas desde el CCM de Provo, en la escritura de Doctrina y Convenios 84:85: “Ni os preocupéis tampoco de antemano por lo que habéis de decir; mas atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre”.
Los misioneros “necesitan adquirir las palabas de vida para poder enseñar en una oportunidad específica de enseñanza”, dijo el élder Renlund, añadiendo que “el Espíritu Santo no puede hacernos recordar aquello que no aprendimos en primer lugar” y que “las palabras de Dios que debemos atesorar son aquellas que, si las escuchamos, nos conducirán a la vida eterna”.
En un discurso previo al de su esposo, la hermana Ruth Renlund dijo que el amor eterno de Dios por todos Sus hijos será una de las razones por las que los misioneros sirvan fielmente en sus respectivas misiones, así como el fundamento de todo lo que enseñen durante ellas.
“La naturaleza de nuestro Padre Celestial y Jesucristo y Su amor por todos es una de las grandes verdades del evangelio restaurado de Jesucristo”, dijo. “Sé que Dios nos ama tanto que nos dio a Su Hijo Unigénito para expiar nuestros pecados. Ellos desean que todas las personas que viven en la tierra sientan Su amor en sus vidas”.
Expresiones del amor de Dios
La hermana Renlund dijo que, a su parecer, los misioneros son una de las expresiones evidentes del amor de Dios, a medida que encuentran, enseñan, ayudan, bautizan y ministran uno por uno.
“Dios expresa Su amor por cada persona de esta tierra enviando emisarios personales al mundo para encontrar a las personas ‘indicadas’ que están listas para recibir Su palabra”, dijo ella, añadiendo que Dios permite e invita a cada persona a hacer convenios con Él — nuevamente, uno por uno — a vincularse con Él, recibir Su ayuda y que Él las conozca personalmente.
“Tal como Jesús conocía el nombre ‘José Smith’ en aquella arboleda hace casi 200 años, Él conoce sus nombres y los ama de forma única”.
Ella compartió la experiencia del élder Renlund al presidir el Área África Sudeste, durante una época en que a algunos misioneros les resultaba difícil obtener visas para ir a sus misiones. El élder Tulani Tembe no recibió su visa para ir a Zimbabue, y expresó su descontento cuando se le reasignó a servir en Sudáfrica a la espera de una visa.
El presidente de misión sintió la impresión de enviar al élder Tembe a la ciudad de George en la costa sureña, donde el presidente de rama les pidió a él y a su compañero que visitaran y enseñaran a un misionero retornado, el hermano Mafikeng, que estaba inactivo hacía mucho tiempo.
Llegaron a su cita y comenzaron a presentarse. “Tan pronto como dije: ‘Mi nombre es élder Tembe’, él dijo: ‘Espera un segundo, ¿es acaso tu gogo [abuela] Ma Tembe?’”, escribió el élder Tembe a su presidente de misión, según citó la hermana Renlund. “Pensando que eso era muy extraño, le respondí intrigado: ‘Sí’. Fue entonces que dejó la sala y [fue] a su habitación, de donde sacó una fotografía suya junto a su compañero, y en ella estábamos mi abuela y yo.
“En ese momento, derramamos lágrimas, y a lo largo de las siguientes lecciones nos dimos cuenta de que nos conocíamos”.
El élder Mafikeng había bautizado al joven Tulani Tembe hacía más de una década, dijo la hermana Renlund, y continuó citando al misionero: “También se mencionaba en mi bendición patriarcal que en mi misión enseñaría a personas a las que había sido preparado para enseñar, y que amaría a personas que habían sido preparadas para recibir mi amor”.
Antes de que llegara su visa para Zimbabue, el élder Tembe sirvió en Sudáfrica durante cinco traslados — y el tiempo suficiente en George para ver al hermano Mafikeng volver a la Iglesia, resolver asuntos de sus años de inactividad, bautizar a su prometida y casarse, y aceptar un llamamiento como presidente de los Hombres Jóvenes.
La hermana Renlund preguntó: “¿Qué creen que el élder Tembe pensó de sus siete meses y medio sirviendo en Sudáfrica? ¿Creen que reconoció que el Señor lo amaba y sabía dónde y cómo se cumpliría su bendición patriarcal? ¿Creen que el Señor conoce al élder Tembe y al hermano Mafikeng? Sí.
“Y Él también los conoce a ustedes. Él pondrá en sus caminos a personas a las que pueden ayudar de forma única y que los ayudarán a ustedes de forma única. Puede que sea un compañero, sus líderes de la misión, o un miembro. Durante su misión, busquen las formas en las que el Señor les está mostrando que los conoce y los ama. Tómense el tiempo de registrar sus experiencias en su diario para poder recordar cuánto los ama el Señor”.
Tres categorías para ‘atesorar’
La palabra de Dios, tal como implica Nefi, está asociada permanentemente con el cumplimiento de los mandamientos, dijo el élder Renlund. “Estas palabras de vida eterna no tienen efecto a menos que se las asocie con la obediencia y el arrepentimiento”.
Para invitar a las personas a arrepentirse y ayudarlas a hacerlo, el apóstol dijo que un misionero debería atesorar material en tres categorías.
Primero, se deben atesorar doctrinas que apoyen las invitaciones de compromiso que se extenderán, dijo él, citando la declaración del presidente Boyd K. Packer de que “si la verdadera doctrina se entiende, ello cambia la actitud y el comportamiento; el estudio de la doctrina del evangelio mejorará el comportamiento de las personas más fácilmente que el estudio sobre el comportamiento humano”.
Para atesorar la palabra de Dios, dijo el élder Renlund, “uno debe comenzar preguntándose: ‘¿Qué doctrina, si se entiende correctamente, motivaría a alguien a aceptar una invitación específica?’. Esa es la doctrina que deberían estudiar, aprender y enseñar”.
Segundo, se deben atesorar las promesas que Dios hace a aquellos que acepten y guarden esas invitaciones específicas, preguntándose: “¿Qué promesas ha dado Dios a aquellos que acepten y guarden una invitación específica?”.
Esas son las promesas que los misioneros deberían estudiar, aprender y enseñar, dijo él. “Identifiquen las experiencias en las que ustedes recibieron esas bendiciones en sus propias vidas. De otro modo, su enseñanza y testimonio serán superficiales”.
Tercero, para ayudar a las personas a arrepentirse, se deben atesorar las respuestas a las preguntas y preocupaciones que las personas tienen a menudo cuando se les extienden invitaciones. El élder Renlund citó “Predicad Mi Evangelio” a fin de brindar ayuda para entender el proceso: registrar las preguntas frecuentes en un diario de estudio, buscar respuestas en las escrituras y otros recursos aprobados, orar por comprensión, registrar las respuestas en el diario de estudio y revisar lo que descubran con otras personas.
“Por favor recuerden que hay muchas doctrinas, muchas bendiciones y muchas preguntas y preocupaciones”, dijo el élder Renlund. “Así que, su deber de ‘atesorar’ nunca termina”.
Él exhortó a los misioneros a utilizar el tiempo de estudio personal y en compañerismo de cada día para cumplir esa tarea de “atesorar”.
“Habiendo atesorado constantemente las doctrinas, promesas y respuestas a preocupaciones y preguntas frecuentes asociadas con una invitación específica, tendrán la capacidad de que les ‘[sea] dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre’”, concluyó el élder Renlund, subrayando la promesa del versículo destacado.
“Además, el Salvador les hace esta extraordinaria promesa que Él da a Sus amigos: ‘Y quienes os reciban, allí estaré yo también, porque iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros’” (Doctrina y Convenios 84:88).