No permitan que el “FOMO” — el miedo a perderse algo (fear of missing out, por sus siglas en inglés) — retrase su decisión de comprometerse con el Salvador y la senda de Su evangelio, dijo a los jóvenes adultos el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, durante un devocional mundial el domingo, 12 de enero.
“No duden ni se detengan por más tiempo, sino continúen con su propósito y misión en la vida”, dijo él. “La mortalidad es tan corta. Hagan que este tiempo cuente para que su eternidad sea una de gozo, y no de remordimiento”.
Al hablar sobre las elecciones y el compromiso, el élder Christofferson abordó tres tipos de miedos que pueden tener los jóvenes adultos al comprometerse con el Salvador, y los invitó a “comprometerse por completo, dando y recibiendo libremente”.
Su esposa, la hermana Kathy Christofferson, también habló durante el devocional transmitido desde el Centro de Eventos UCCU, en el campus de la Universidad del Valle de Utah, en Orem, Utah. Ella testificó que el Señor prepara una vía para que guardemos Sus mandamientos, “en especial cuando intentamos hacer todo lo que podemos”.
El miedo a perderse algo
Hace muchos años, durante una asignación en la Ciudad de Nueva York, el élder Christofferson visitó una sinagoga histórica en Brooklyn junto con el élder L. Tom Perry, del Cuórum de los Doce Apóstoles. La rabina de la congregación de judaísmo reformista resaltó algo sobre los jóvenes adultos judíos del área.
Aunque ellos, en general, estaban comprometidos con su herencia judía, la rabina observó que eran reacios a convertirse en miembros de la sinagoga. ¿Por qué? Porque la religión no era una prioridad alta para la mayoría, dijo ella. Otros, simplemente no querían comprometerse.
El élder Perry se preguntaba si era el miedo a perderse algo — que pudieran perderse algo más al comprometerse con la sinagoga.
Al compartir esta historia con los jóvenes adultos, el élder Christofferson dijo que, hasta cierto punto, el miedo a perderse algo es un sentimiento racional. “Todos queremos experimentar las mejores cosas y alcanzar las mejores opciones en cada aspecto de la vida”.
Lo que no es racional es retrasar “aparentemente por siempre” el tomar una decisión o comprometerse con algo por miedo de que ello signifique perderse otra cosa que pudiera ser mejor.
Con cada decisión que tomamos, dejamos de lado otras opciones. Por ejemplo, elegir ir al trabajo o a la universidad significa no escoger ver Netflix al mismo tiempo. Elegir viajar a África significa no viajar a ningún otro lado en ese mismo momento. Y elegir servir una misión significa dejar de lado las actividades sociales por un tiempo.
“Pero a menos que tomen una decisión y se comprometan en una dirección determinada, su vida será bastante errática, y al final, verdaderamente se perderán la mayoría de las mejores cosas”, dijo él. En una vida mortal en la que es imposible tener y hacer todo, “debemos comprometernos con decisiones particulares sabiendo que, al hacerlo, necesariamente rechazamos otras cosas, por más buenas que sean”.
“También deberíamos tener en mente que retrasar en exceso una decisión puede constituir una decisión en sí misma”, continuó el élder Christofferson.
Por ejemplo, el matrimonio. “Debido al carácter definitivo de la decisión, algunos se resisten a comprometerse con alguien que les gusta mucho, alguien a quien aman y con quien podrían progresar feliz y eternamente, por preocuparse de que pueda existir en algún lugar un alma gemela aun más perfecta de la que ellos no se quieren perder”.
En contraste con los jóvenes adultos del mundo que desean retrasar la adultez y buscar la “fiesta perpetua”, los verdaderos adultos son leales a los dos grandes mandamientos de amar a Dios y amar al prójimo — eso es lo que define a “una vida bien vivida”, dijo él, citando al autor y erudito Charles Murray.
“Al final, no hay ningún camino neutro y sin compromiso que puedan seguir, al menos en lo que respecta a las cosas que tienen consecuencias eternas”, dijo él, tomando de las enseñanzas de Alma 5:38-39. “Así que, a menos que sigan al Salvador, lo estarán rechazando”.
El miedo a fallar
A aquellos jóvenes adultos que puedan preocuparse por su capacidad de mantener “un compromiso de tan largo alcance” de seguir al Salvador, el élder Christofferson les recordó sobre el “compromiso premortal” que ellos hicieron al aceptar el plan de salvación. “Ustedes eligieron a Cristo. Su nacimiento físico es un testimonio del hecho de que ustedes ya se comprometieron”, dijo él.
“No tenemos por qué vivir temiendo al fracaso. No estamos solos. No estamos sin ayuda. Cualquiera que verdaderamente se comprometa con Cristo, en un discipulado pleno, no puede fallar. Si estamos ligados a Aquel que descendió debajo de todas las cosas, que venció todas las cosas y que ahora tiene todo poder, no podemos fallar”.
El Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo no están mirándonos desde el cielo como “observadores desinteresados, curiosos de ver si las cosas nos saldrán bien o no. … Ellos están involucrados activamente en nuestro favor, brindando ayuda, guía y recursos constantes, y probablemente nos darían más si lo aceptáramos”.
“Cualquiera que verdaderamente se comprometa con Cristo, en un discipulado pleno, no puede fallar”.
La vida está llena de desafíos y ser un discípulo fiel de Jesucristo es mucho más fácil en la teoría que en la práctica, dijo el élder Christofferson. Los fracasos ocurren, pero el Salvador “sabe cómo ayudarnos a recorrer con éxito la senda del discipulado. … Él se quedará a nuestro lado con toda la ayuda necesaria y por el tiempo que sea necesario”.
El miedo a sacrificarse
Al contar la historia del joven rico (Mateo 19:20) que preguntó: “¿Qué más me falta?”, el élder Christofferson dijo que algunos pueden tener dudas de seguir al Salvador por temor del sacrificio que pueda requerirse.
“Por muy grande que pueda haberle parecido el sacrificio en ese momento, ¿tenía una opción mejor que aceptar la invitación del Maestro? ¿Podían sus posesiones, o lo que podría haber adquirido con sus riquezas, compararse con lo que el Señor le ofrecía en última instancia?
“Sabemos que cualquier cosa que el Salvador nos pida, incluidas nuestras propias vidas, es trivial en comparación con la exaltación”, dijo él.
Cuando los Christofferson eran recién casados y sus finanzas estaban muy ajustadas, se les pidió que contribuyeran a un plan de fondos de construcción para renovar su antigua capilla (hoy en día a los miembros de la Iglesia ya no se les pide hacer esto). Ellos tenían dos hijos pequeños y el élder Christofferson estaba a pocos meses de terminar su posgrado.
“Decidimos pagar la donación al fondo de construcción, aun cuando no sabíamos cómo llegaríamos al fin del año escolar”, recordó la hermana Christofferson.
Pocas semanas después, tuvieron un accidente de auto que no fue grave. El hombre que los chocó preguntó si podían resolver el asunto de forma privada. Entonces, el élder Christofferson consiguió un presupuesto para la reparación, el hombre les dio un cheque por el total y, para sorpresa de la hermana Christofferson, el cheque no rebotó.
“Ese cheque tenía casi el mismo monto que el que habíamos pagado para el fondo de construcción”, dijo ella. “Eso fue un testimonio para nosotros de que el Señor, en verdad, tal como dijo Nefi, ‘provee los medios por los cuales [podemos] cumplir lo que [nos] ha mandado’” (1 Nefi 17:3).
En lugar de temerle a los sacrificios del discipulado, “deberíamos abrazar la oportunidad de crecer en poder espiritual, de experimentar un gozo más profundo, y de encontrar, cada uno de nosotros, verdadero significado en nuestras vidas”, dijo el élder Christofferson. Sacrificarnos por la causa de Cristo denota seriedad en guardar los dos grandes mandamientos de amar a Dios y al prójimo.
Amar al Padre Celestial y a Su Hijo con todo nuestro corazón, poder, mente y fuerza “confirma a nuestras almas lo que somos y quiénes somos”, lo que nos da un sentido de seguridad que nos permite enfocarnos en otros — para realmente ver sus necesidades con un deseo de ayudar.
Tal como el buen samaritano “verdaderamente vio” al viajero herido y tuvo compasión de él (Lucas 10:33-34), “de seguro, nuestros sacrificios pueden hacer una diferencia”, dijo el élder Christofferson.
“Vean verdaderamente a quienes los rodean. Déjense ver para que su vida sea una vida bien vivida, una vida de ministerio y satisfacción, una vida bendecida y santificada por el Salvador, quien ha vencido todas las cosas y por cuya gracia ustedes también vencerán”.
Comprometerse con el Señor
El élder Christofferson concluyó su mensaje mostrando una grabación de video de Sissel cantando “Disminuye la marcha” con el Coro del Tabernáculo y la Orquesta de la Manzana del Templo durante el concierto del verano pasado por el Día de los Pioneros. Él les pidió a los jóvenes adultos que meditaran en el mensaje de confiar en Dios y comprometerse con él.
“Disminuyan la marcha. Decídanse y determinen en sus corazones que ustedes eligen a Dios”, dijo el élder Christofferson luego del video. “Encuentren el momento tranquilo en que puedan arrodillarse en un lugar privado y decirle a su Padre Celestial, en el nombre de Jesucristo, que ustedes son Suyos, que están comprometidos en cuerpo y alma con Él, con Su Hijo y con la senda del evangelio. Luego, síganlo a donde Él los guíe, ahora y por el resto de sus vidas”.
Él continuó: “Les prometo que la recompensa del Señor por darle todo será todo lo que Él tiene para dar, ‘medida buena, apretada, remecida y rebosante’” (Lucas 6:38). Antes de los mensajes del élder y la hermana Christofferson, el Coro del Instituto del Valle de Utah interpretó el himno “Nuestra oración a Ti”, con letra escrita por el presidente Russell M. Nelson.