Monique McDown estaba pidiendo un milagro.
Había pasado un año desde que un auto la chocó mientras servía una misión de tiempo completo en Curitiba, Brasil. El accidente dejó paralítica la pierna derecha de McDown, y en los meses que siguieron a su relevo como misionera, había estado aprendiendo nuevamente cómo hacer las “pequeñas” cosas tales como estar parada, sentarse, levantarse de la cama y ponerse el calzado.
Una tarde en el Templo de Dallas Texas, luego de meses de rehabilitación y trabajo para poder volver a mover su pierna, McDown sintió que había hecho todo lo que podía. Aunque aceptaba la voluntad de Dios para ella, sabía que, si algo de su situación podía llegar a cambiar, Él era el único que podía hacer que sucediera.
No fue sino dos días después, luego de más ayuno y oración, que McDown finalmente vio movimiento muscular en su pierna. Una semana después, estaba dando pasos sin ayuda.
“Se que no es por nada de lo que yo haya hecho”, dijo ella. “Sé que trabajé duro e hice todo lo que pude, pero en ese punto, fue el poder de Jesucristo. No fue el poder de Monique McDown o de la rehabilitación; fue el poder real de Jesucristo y el Padre Celestial, estaba ocurriendo un milagro — un milagro moderno. Y yo estaba tan agradecida de ser parte de eso, de que ocurriera a través de mí”.
Caminar con Cristo
Con tan solo seis meses en su misión, McDown estaba enamorada del pueblo brasilero — su familia tenía historia de haber servido en el país y su madre era nacida allí. Así que, el 15 de julio de 2018, McDown no estaba intentando relajarse. Estaba buscando oportunidades de enseñar.
Luego de buscar nuevas familias para compartirles el evangelio, McDown y su compañera estaban camino arriba de una colina en un camino de tierra sin aceras, cuando tuvo la impresión de decirle a su compañera que se corriera del camino.
Poco después, McDown y su compañera escucharon que un auto se acercaba. De repente, el conductor aceleró y en unos segundos chocó a McDown. Ella rebotó sobre el auto y cayó al suelo justo antes de que el conductor escapara a toda velocidad, a aproximadamente 56 a 64 kilómetros por hora.
A kilómetros de su apartamento y sin poder pedir ayuda, McDown estaba concentrada en una sola cosa — llegar a casa. Pero no tenían ningún modo de transportarse.
Así que caminaron.
“Puedo decir con confianza que estaba caminando con Cristo”, dijo McDown. “Se que Él estaba a mi lado. Me estaba ayudando a llegar, así que ese milagro en sí mismo, el saber que mis últimos pasos los di con Cristo es algo a lo que me he aferrado”.
La realidad del dolor no llegó, dijo McDown, hasta que llegaron a casa. Se quedaba inconsciente por momentos hasta que finalmente despertó en el hospital, con su presidente de misión, Doug Hart, a su lado. Él le dio una bendición del sacerdocio a McDown. Sin embargo, los doctores al principio no estaban preocupados por ella. Dado que no se había roto ningún hueso en el accidente, le dieron el alta tan solo cuatro horas después.
Sin embargo, en los días siguientes, se sentía una incomodidad al respecto de la situación. McDown pasaba su tiempo en la casa de la misión, estudiando “Predicad Mi Evangelio” mientras su compañera estaba en el campo. Pero cuando un adormecimiento se le empezó a esparcir por la pierna y hasta el pie, hasta que su pierna se volvió fría al tacto, fue claro que tenía que volver a su casa en Flower Mound, Texas.
‘Corriendo para compartir el evangelio’
Luego de un par de semanas en el hospital, estuvo claro que McDown no podría regresar a Brasil por lo pronto. No solo su pierna derecha estaba paralítica, sino que su plexo lumbosacro y su espina habían sufrido daños graves en el accidente. También tenía un hematoma en la cadera.
“Pensaba constantemente: ‘Ya no soy la hermana McDown, pero tampoco soy Monique McDown’, así que para mí fue un desafío muy difícil lidiar con eso”, dijo ella. “Pero tengo buenos padres. Ellos me ayudaron a atravesarlo. Me decían una y otra vez: ‘Tu misión puede continuar. No tiene por qué terminar, incluso si no usas una placa’”.
El apoyo que recibió McDown por parte de su presidente de misión y su esposa también ha sido de gran ayuda en su recuperación. El presidente Hart invitó a los misioneros de Curitiba a ayunar por McDown luego de que ella se fue de Brasil. Saber que cientos de personas oraban y ayunaban por ella le dio a McDown la paz que necesitaba. Además, tuvo la oportunidad de grabar su testimonio en portugués para las misioneras y élderes de su misión, video que el presidente Hart compartió en las conferencias de zona.
Él dijo: “Se puso un poco emotiva en este video que grabó a nuestros misioneros, diciendo: ‘Por favor. Tienen dos piernas sanas. Si yo fuera ustedes, estaría corriendo para compartir el evangelio’”.
Luego de su relevo, el presidente de estaca de McDown le prometió que volvería a caminar.
“Desde ese momento, supe que ocurriría”, dijo McDown. “No sabía cuándo, si sería en 40 años o en 10 — no lo sabía. Pero me aferré a esa promesa y el Espíritu me confirmó que … sucedería”.
La recuperación
Durante el año pasado, McDown ha entrado y salido de más hospitales de los que puede contar. Ha pasado por pruebas nerviosas, sufrido hemorragias internas, y está trabajando en rehabilitación para mantener su cuerpo fuerte. Además, cada día pasa una hora en la que manualmente mueve su pierna hacia adelante e intenta caminar. Pero, a través de todo este proceso, también ha podido mantener una actitud milagrosamente positiva.
“Una de las más grandes decisiones que he tomado ha sido permitir que esta prueba me haga mejor, porque sé que las pruebas son inevitables. Les ocurren a todos”, dijo ella. “Pero podemos elegir qué hacemos con ellas. … Ha sido muy difícil. Ha habido días difíciles en los que pensé: ‘No puedo seguir con esto’, pero la decisión que tomé de confiar en el Salvador me ha sacado adelante”.
La actitud positiva de McDown ha impresionado desde el comienzo a su “madre misional”, la esposa del presidente Hart, Cheri Hart. Aunque fue devastador cuando McDown tuvo que irse de la misión, la hermana Hart dijo que su influencia ha sido mucho mayor desde que llegó a casa. Desde las entradas de McDown en sus redes sociales hasta la cobertura de su historia en LDS Living, Fox 4 News y WFAA, la travesía de McDown ha resonado entre las personas de todo el país.
“Solo creo que su influencia llegará mucho más lejos de lo que habría podido en una misión tradicional”, dijo ella. “Creo que su misión es diferente, y ella sigue siendo una misionera. No es el tipo de misión que ella creyó que serviría, pero no tengo dudas de que su influencia alcanza a personas que ni siquiera conoce”.
McDown también ha encontrado nuevas maneras en las que puede seguir siendo una misionera en casa.
“Seguía pensando: ‘Podría hacer tanto bien si estuviera en Brasil. ¿Por qué no me pude quedar allí?’ Pero definitivamente sentí y recibí el consuelo de Jesucristo y el Padre Celestial, a través de mis oraciones, de que mi misión continúa y que puedo seguir sirviendo y tener un impacto aquí”, dijo ella. “Ya no necesito tener esa placa misional. Fue un proceso y fue muy duro y triste volver a casa y extrañarla cada día, pero sé que aun puedo continuar y sé que todos podemos ser misioneros, ya sea que tengamos un llamamiento oficial o no”.
Aunque todavía le queda un largo camino de recuperación, McDown está segura de que este es solo el comienzo de más milagros por llegar. Mientras tanto, la especialista en relaciones públicas por la Universidad de Brigham Young dijo que, en lo que respecta a su experiencia, “lo haría mil veces más” si eso significa que podría tener una relación como la que tiene actualmente con su Salvador.
“Así que, la Monique McDown actual, es una Monique alegre que tiene un testimonio más fuerte que antes, incluso aunque tenga una pierna que no funciona a la perfección. Soy más fuerte en cada aspecto porque tengo ese testimonio”.
“Tengo el conocimiento de que soy una hija de Dios, sin importar mi cuerpo o mi capacidad física. Conozco mi valor. Sé que soy una hija de Dios, que Jesucristo es mi Salvador y que Él me conoce personalmente. Él ha estado conmigo en cada segundo de este trayecto. Tengo un gozo puro que antes no tenía, y eso viene por mi relación con Jesucristo”.