En la ciudad de Cúcuta, Colombia, en un puente sobre el Río Pamplonita — que sirve como frontera natural entre Colombia y Venezuela — unas 40.000 personas cruzan de este a oeste cada día para buscar medicinas, ayuda, consuelo y un descanso de los disturbios civiles que hay en su natal Venezuela. Pero después de recibir ayuda y medicinas en Colombia, más de la mitad de los que cruzan el puente cada día regresan por el mismo camino, llevando los suministros que tanto necesitan sus familias que están en Venezuela.
En la frontera, muchas personas y organizaciones están ahí listos para ayudar a los refugiados que llegan — proveyéndoles de comida, medicinas, asesoría legal o solamente un lugar donde ducharse y tener una comida caliente. Y los que pasan su tiempo sirviendo en la frontera son una representación del amor cristiano, dijo la hermana Reyna I. Aburto, segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Al estar en la frontera dando la bienvenida a refugiados, y ayudar dando cajas de comida a los que buscan un nuevo hogar o regresar con sus familias la semana antes del Día de Acción de Gracias, la hermana Aburto dijo que eso le recordó la escritura de Mateo 25:35 — que dice: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis”.
En la frontera, las personas viven ese pasaje de las Escrituras, dijo la hermana Aburto, y agregó: “Todos somos hijos de Dios, y ellos solo tratan de sobrevivir y proveer para sus familias. Cada uno intenta solamente hacer lo mejor que puede”.
Después de regresar de un viaje de 10 días al Área Sudamérica Noroeste de la Iglesia, del 15 al 25 de noviembre, con la hermana Lisa L. Harkness, primera consejera de la presidencia general de la Primaria, la hermana Aburto dijo que lo que más le impresionó de su visita a Colombia, Ecuador y Perú fue el espíritu de amor de las personas que sin descanso dan la bienvenida a los refugiados que llegan de su vecina Venezuela.
“Todos han sentido el impacto de la crisis”, dijo la hermana Harkness. “Pero todos han dado un paso adelante al ministrarse, cuidarse y amarse el uno al otro. Dondequiera que fuimos escuchamos historias acerca de cómo los refugiados venezolanos eran literalmente arropados en los brazos de los miembros de la Sociedad de Socorro y barrios. Fue verdaderamente maravilloso”.
Ya sea en la frontera en Cúcuta o en un pequeño barrio de Lima, Perú, los efectos de la crisis en Venezuela se pueden ver en los miembros venezolanos y en los refugiados que están dispersos en los países colindantes de Sudamérica, explicó la hermana Harkness.
Élder Enrique R. Falabella, una autoridad general y presidente del Área Sudamérica Noroeste, acompañó a las hermanas Aburto y Harkness en la visita de ellas a toda el Área, y comentó las impresionantes maneras en que los miembros del Área han respondido a la crisis venezolana.
“Los miembros del Área son maravillosos, tienen atributos cristianos y muestran un gran amor a los venezolanos que llegan a los países vecinos”, dijo el élder Falabella. “Los venezolanos son grandes líderes, están recibiendo llamamientos y fortalecen a la Iglesia en Colombia, Ecuador y Perú. Estamos muy agradecidos por la participación de ellos en la obra de salvación. Tienen un fuerte testimonio y están dispuestos a servir”.
Y a pesar de la continua crisis en Venezuela, el élder Falabella hizo notar que la Iglesia y su membresía ahí sigue creciendo también.
“Nuestros miembros en Venezuela están sufriendo, pero al mismo tiempo la fe de ellos y su testimonio están creciendo. Saben que el Señor está entre ellos”, dijo el élder Falabella. “La Iglesia en Venezuela también está creciendo. Aun cuando miles han emigrado, la asistencia a la reunión Sacramental sigue aumentando. Hemos sido testigos de lo fuerte que son los misioneros venezolanos; se están bautizando más personas por los misioneros que en cualquier otro país del Área. Cientos son ordenados al Sacerdocio de Melquisedec y cientos están yendo al templo”.
Antes de su visita a esa frontera de Colombia, las hermanas Aburto y Harkness se reunieron con líderes gubernamentales para analizar cómo la Iglesia puede ayudar a atender mejor las continuas necesidades de los refugiados y a los que ofrecen ayuda dentro del país.
En una reunión con la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia, el 22 de noviembre, en Bogotá, Colombia, las hermanas Aburto y Harkness se reunieron con Ángela Ospina de Nicholls, directora general de la Agencia; con Patricia Narváez, asesora de asuntos de migración; y con Julieta Ruiz, directora de Coordinación Interinstitucional. Los representantes gubernamentales explicaron sus continuos esfuerzos para proveer ayuda a los refugiados venezolanos, y hablaron de las posibles maneras en que la Iglesia puede continuar apoyando los esfuerzos de ellos.
En Colombia, las fronteras son abiertas, y dejan pasar a todos, a la vez que se provee de un estatus migratorio a los que buscan ayuda, explicó la hermana Aburto sobre la impresionante manera en que Colombia está respondiendo a la crisis vecina.
El gobierno está buscando el mismo resultado que la Iglesia, dijo la hermana Harkness; en eso, ambas partes quieren “ayudar a aliviar el sufrimiento en dondequiera que podamos”.
El trabajo que el gobierno está haciendo es impresionante, dijo ella. “Fue una buena reunión, tuvimos una conexión inmediata porque compartimos nuestros intereses mutuos”.
Élder Falabella, quien también asistió a la reunión, agregó: “Los participantes mostraron un gran respeto por lo que la Iglesia está haciendo en Colombia; saben lo que la Iglesia está haciendo por el pueblo de Colombia y mostraron gratitud por todo lo que estamos haciendo”.
Después de su reunión en Bogotá con oficiales del gobierno, las líderes de la Iglesia visitaron las oficinas de la Cruz Roja en Cúcuta, para hacer una donación de cajas de comida para las familias necesitadas, tanto de Venezuela como de Colombia. Fueron también a la frontera para hacer una visita a la estación de ayuda de la Cruz Roja y a la cocina de sopas “Divina Providencia”, que maneja la iglesia católica y es apoyada por el Programa Mundial de Alimentos. La Iglesia colabora constantemente tanto con la Cruz Roja como con el Programa Mundial de Alimentos.
El ver a tanta gente trabajando junta para ayudar en las necesidades de las personas y familias en la frontera, fue una poderosa experiencia, dijo la hermana Aburto.
“Ver la cantidad de ayuda que se da y a diferentes grupos de personas proveyendo socorro, me conmovió mucho”, dijo ella. “Ellos son impresionantes porque en verdad están ayudando a mantener la vida entre muchos de estos refugiados”.
Para la hermana Harkness, el visitar la frontera fue un recordatorio de las muchas maneras en que Dios trabaja a través de Sus hijos.
“Al observarlos caminar a través del puente, sabía que cada uno tenía una historia que contar”, dijo ella. “Y cuando veía que alguien le tendía la mano a otra persona, eso era como ver la mano de Dios — una persona que ayudaba a otra”.
En una reunión con líderes locales de la Iglesia en Cúcuta, después de visitar la frontera, la hermana Harkness dijo que ella se impresionó con la sabiduría espiritual de los miembros ahí y con la infinita compasión que tienen por los que están sufriendo.
“Ellos estaban tratando de ayudar en todas las formas que pueden, aun cuando algunos de ellos tienen sus propias dificultades”, dijo la hermana Harkness. “Estaban haciendo lo mejor que podían para ministrar a los necesitados… Fue un ejemplo de la verdadera ministración cristiana”.
Además de sus visitas humanitarias y reuniones con oficiales de gobierno, las hermanas Harkness y Aburto se reunieron con varias congregaciones de Santos de los Últimos Días en Colombia, Ecuador y Perú para llevar a cabo reuniones de liderazgo, devocionales y visitas ministrantes.
En Perú, las líderes de la Iglesia también aprovecharon la oportunidad para visitar la histórica ciudadela inca de Machu Picchu.
La visita a Machu Picchu permitió que las hermanas líderes “comprendieran mejor las maravillas de la antigua cultura que aún tiene influencia entre el pueblo de Perú”, dijo el élder Falabella. “Uno puede comprender mejor a las personas cuando conoce su cultura. Cómo pudo la gente construir ciudades tan magníficas es todavía un misterio, pero demuestra que hubo una gran civilización en esta tierra”.
Hermana Aburto dijo que el ver las ruinas enclavadas en lo alto de las montañas de los Andes fue una experiencia “fuera de este mundo”. Agregó: “Es un lugar simplemente mágico. Ver donde está ubicado e intentar imaginar cómo lo construyeron ellos, y el significado y la belleza del lugar, es impresionante”.
Pero la experiencia más dulce del viaje de ellas dijo la hermana Harkness, fue camino al aeropuerto de Guayaquil, Ecuador, al detenerse por unos minutos en el Templo de Guayaquil. Al caminar por los alrededores del templo y observar la belleza y santidad del lugar, las hermanas Aburto y Harkness se emocionaron al cruzarse con un grupo de hombres jóvenes que daban servicio en el templo mientras se preparan para ir a una misión.
“¡Ellos estaban tan entusiasmados por el trabajo!”, dijo la hermana Harkness acerca de los futuros élderes jóvenes.
Y la hermana Aburto agregó: “el ver su alegría y el amor que tienen por el templo y los convenios que hacen ahí, fue muy refrescante”.
Y cuando las líderes empezaron a tararear el conocido tono de “Llamados a servir”, estuvieron encantadas de escuchar a los futuros misioneros cantar fuerte y con orgullo ese himno que habla de la obra de servir al Señor.
“Fue una dulce experiencia hablar con esos chicos, y saber que ellos tendrán la inspiración para sus misiones y en toda su vida”, dijo la hermana Aburto.
De los miembros del Área, la hermana Harkness dijo: “Ellos son fieles y entusiastas acerca del Evangelio; el Espíritu los conmueve fácilmente y tienen mucha compasión”. Y por causa de eso, los Santos de los Últimos Días en cada uno de esos tres países serán “una maravillosa influencia de paz, estabilidad y caridad dentro de sus comunidades”, dijo ella.
Hermana Aburto agregó: “Ellos son una luz al mundo, y son verdaderos discípulos de Jesucristo”.