El Padre Celestial conoce y ama a Sus hijas. Durante los últimos 35 años, las mujeres jóvenes han proclamado esta verdad a medida que se paraban y repetían el lema de las Mujeres Jóvenes. En la sesión de mujeres de la reciente conferencia general, se anunció una revisión del lema de las Mujeres Jóvenes. Como presidencia general, invitamos a las mujeres jóvenes y a sus líderes a estudiar este nuevo lema y obtener una comprensión profunda de la doctrina que se halla en sus inspiradoras palabras. A continuación, se encuentran algunas ideas que quizás deseen tener en cuenta al explorar de manera personal las maravillosas doctrinas que se enseñan en este nuevo lema de las Mujeres Jóvenes.
Cuando nuestro Salvador, Jesucristo, estuvo en la tierra, Él habló a multitudes, alimentó a 5000, pero sanó “individualmente.” La joven hija de Jairo (véase Mateo 9:18, 23-26), la mujer samaritana en el pozo (véase Juan 4:4-42), y la mujer que padecía de flujo de sangre (véase Marcos 5:25-34) se encontraban entre los que Él sanó. El Padre Celestial nos conoce y nos ama a cada una de nosotras. Este nuevo lema está escrito para nosotras “individualmente.”
Soy una hija amada de Padres Celestiales, con una naturaleza divina y un destino eterno
Véase Alma 37:44, Romanos 8:16-17, 2 Pedro 1:3-4, Doctrina y Convenios 76:24; 78:18, y La familia: Una proclamación para el mundo.
Los hijos del Padre Celestial son tan innumerables como las arenas del mar; sin embargo, Él conoce a cada uno y desea que cada una de nosotras regrese a Él. Esta verdad es inmensa y personal al mismo tiempo. El uso de la palabra “Soy” en el lema brinda poder e invita a cada mujer joven a sentir una conexión individual con sus Padres Celestiales y su Salvador, Jesucristo.
Comprender nuestra naturaleza divina nos brinda confianza en nuestra capacidad de llegar a ser más como nuestros Padres Celestiales, debido a que somos Sus hijas. Conocer nuestro destino divino aumenta nuestro compromiso de hacer y guardar los convenios sagrados que nos permitirán regresar a vivir con Ellos como herederas de la vida eterna.
Como discípula de Jesucristo, me esfuerzo por llegar a ser semejante a Él
Véase 3 Nefi 12:48, Mateo 22:37-39; 25:40, y Juan 13:14-15; 13:35.
Jesucristo es fundamental para el plan de felicidad de nuestro Padre Celestial. A medida que nos esforcemos por amar como Él ama, perdonar como Él perdona y servir como Él sirve, podemos ser semejantes a Él. Mediten en la palabra “esfuerzo”, que implica tanto esperanza como determinación; “Voy a dar lo mejor de mí cada día para vivir como vivió el Salvador.”
Busco revelación personal y actúo de conformidad con ella, y ministro a otras personas en Su santo nombre.
Véase 3 Nefi 14:7-8, 26:19; Moroni 7:13, 10:5; Mateo 20:26-28, 22:37-39, 25:34-40; Juan 16:13; Doctrina y Convenios 8:2, 9:8, 11:13.
A medida que aprendemos a procurar revelación personal y actuar de conformidad con ella, nos familiarizamos con la voz del Señor y nuestra capacidad de recibir revelación aumenta. Reconocer Su voz nos protegerá del poder del adversario y abrirá las puertas de los cielos para guiarnos y bendecirnos en todos los aspectos de nuestras vidas.
Todo lo que nos invita a hacer lo bueno y a amar a Dios y a servirle es inspirado por Dios. Cuando en verdad amamos a Dios, deseamos tomar sobre nosotras Su santo nombre al hacer convenio de llevar a cabo Su obra. El Salvador “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Guardar nuestros convenios nos brinda poder para amar y ministrar a quienes nos rodean de una manera más santa.
Seré testigo de Dios en todo tiempo, en todas las cosas y en todo lugar
Véase Mosíah 18:9; Isaías 43:10; y Doctrina y Convenios 14:8.
Al bautizarnos, hicimos convenio de tomar sobre nosotras el nombre de Jesucristo. Nuestras elecciones y acciones dan testimonio de ese compromiso “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar.” ¡El Señor necesita mujeres jóvenes valientes que guarden sus convenios, que no tengan temor de defender lo correcto, aun si deben permanecer solas!
A medida que me esfuerzo por ser merecedora de la exaltación
Véase 2 Nefi 9:18, 31:20; Colosenses 1:29; Romanos 8:17; Doctrina y Convenios 84:38, 132:49; y Moisés 1:39.
El presidente Russell M. Nelson lo expresó mejor cuando dijo: “El fin por el que cada uno nos esforzamos es ser investidos con poder en una Casa del Señor, ser sellados como familias, ser fieles a los convenios hechos en el templo que nos hacen merecedores del don más grande de Dios, que es la vida eterna” (“Al avanzar juntos”, Liahona, abril de 2018; énfasis añadido).
Ser merecedoras de la exaltación es un esfuerzo conjunto; nos esforzamos junto con el Salvador por volver a nuestros Padres Celestiales y a su plenitud en exaltación. Existe mucho poder en la imagen de llevar un yugo con Cristo y trabajar juntos para alcanzar nuestras metas. Nos esforzamos al dar lo mejor de nosotras, de manera intencional, para guardar nuestros convenios y seguir al Salvador. Entonces, nuestros esfuerzos se magnifican y se vuelven gloriosos por medio de los méritos, misericordia y gracia del Salvador.
Valoro el don del arrepentimiento y procuro mejorar cada día
Véase Alma 34:33, Moroni 10:33, Helamán 12:23, Doctrina y Convenios 58:42; Doctrina y Convenios 82:18.
El arrepentimiento es un don que nuestro Padre Celestial posibilita por medio de la Expiación de Su Hijo, Jesucristo.
El arrepentimiento no se trata solamente de ser limpias; se trata de transformarnos. A medida que nos arrepentimos y procuramos mejorar cada día, descubrimos y nos esforzamos por alcanzar el potencial divino que el Señor ve en nosotras. Procuramos alinear nuestra voluntad con la voluntad de Dios para con nosotras. Con la exaltación como nuestra meta, podemos ver más allá de las tentaciones del adversario, los efectos dañinos de la comparación y nuestras tendencias, propias de la mujer natural. Procuramos aquello que nos llene con el Espíritu Santo.
El presidente Nelson enseñó: “Al escoger arrepentirnos, ¡escogemos cambiar! Permitimos que el Salvador nos transforme en la mejor versión de nosotros. Al escoger arrepentirnos, escogemos llegar a ser más semejantes a Jesucristo” (“Podemos actuar mejor y ser mejores”, Liahona, mayo de 2019, pág. 67).
Con fe
Véase 2 Nefi 31:19-20; Alma 32:21, 27; y Hebreos 11:11.
La fe es un principio de poder, el poder de Dios, que Él está dispuesto a darnos libremente a medida que experimentamos con Su palabra, aunque no sea más que un deseo de creer (Alma 32:27). Actuar con fe aumenta nuestra capacidad de hacer lo que el Señor nos pide. Con cada elección y acto de fe, nuestra capacidad de llegar a ser más como el Salvador aumenta.
Fortaleceré mi hogar y mi familia, haré y guardaré convenios sagrados, y recibiré las ordenanzas y las bendiciones del santo templo
Véase 1 Nefi 14:14; 2 Nefi 11:5; Alma 30:3; Mosíah 13:30; Josué 24:15; Éxodo 19:5; Ezequiel 37:26; Isaías 2:3; Salmos 24:3; Doctrina y Convenios 54:6, 66:2, 84:20-22, 90:24, 109:8, 132:19; y Artículos de Fe 1:3.
Es una bendición gloriosa recibir ordenanzas sagradas tales como el bautismo, la recepción del don del Espíritu Santo, la participación semanal de la Santa Cena, las investiduras y los sellamientos del templo. A medida que nuestro compromiso con el evangelio crece, nuestros corazones cambian. Comenzamos a ver a los mandamientos y los convenios no como restricciones o una simple lista de tareas, sino como bendiciones de protección y poder. Con una perspectiva eterna, podemos ver la vida y nuestro papel en ella como una bendición y don maravillosos de un amoroso Padre Celestial.
“Te invito a ejercer tu fe al estudiar y meditar estas palabras. Entender esas verdades cambiará la manera en que afrontes los desafíos. Conocer tu identidad y tu propósito te ayudará a ajustar tu voluntad a la del Salvador. Tendrás paz y guía a medida que sigas a Jesucristo” (“Hijas amadas”, hermana Bonnie H. Cordon, Liahona, noviembre de 2019).
A medida que estudies el nuevo lema, lo memorices y apliques sus verdades en tu propia vida, ruego que seas bendecida con el conocimiento de que tu vida es de gran valor para tu Padre Celestial, y que, al cumplir con Sus palabras, tú — “individualmente” — puedas volver a vivir con Él y ser merecedora de la exaltación.