Tengo una fotografía favorita del presidente Russell M. Nelson.
Se tomó hace cuatro décadas en una esquina en el centro de Salt Lake City cuando yo era niña. El presidente Nelson mira a los ojos al presidente Spencer W. Kimball; sus manos sujetan los brazos del presidente Kimball. Cuando veo la foto, normalmente me imagino que el presidente Kimball invitó al presidente Nelson a caminar con él.
Después de todo, no hubiera sido inaudito. Su trayecto juntos fue largo.
En abril de 1972, el Dr. Nelson, en aquel entonces, realizó una cirugía de corazón abierto que salvó la vida del presidente Kimball. Unos 20 meses después, al escuchar la noticia del fallecimiento del presidente Harold B. Lee, el presidente Nelson fue a estar al lado de su amigo y mentor. En 1984, el presidente Kimball llamó al presidente Nelson al apostolado.
Durante el cargo del presidente Kimball como profeta, la Iglesia anunció planes para 31 templos y el presidente Kimball emitió un llamado de advertencia a los Santos de los Últimos Días en todo el mundo indicando que “alarguemos el paso” y “aceleremos el ritmo”.
El presidente Nelson, que ya era un cirujano ocupado y el presidente general de la Escuela Dominical, contestó el llamado del presidente Kimball de dar una o dos pulgadas más a cada paso; como respuesta a una de las invitaciones del presidente Kimball estudió chino mandarín.
En 1976, el presidente Nelson y su esposa, la hermana Dantzel Nelson, acompañaron al presidente Nelson y a su esposa, la hermana Camilla Kimball, al Pacífico. El mayo pasado el presidente Nelson emprendió su propio ministro al Pacífico —acompañado por el élder Gerrit W. Gong y su esposa, la hermana Susan Gong— el presidente Nelson habló de su primera visita al área y del presidente Kimball.
Entonces, en una noche lluviosa en Tonga, el presidente Nelson sujetó los brazos de un joven padre afligido que acababa de perder a su esposa y lo miró a los ojos. Fue algo que he visto al presidente Nelson hacer antes y desde entonces. Otra fotografía que se captó hace un año durante la conferencia general, muestra al presidente Nelson saludando al élder Gong al sujetar sus manos y mirarlo directamente a los ojos.
Ver estas escenas siempre me recuerda de la fotografía del presidente Nelson y el presidente Kimball. Esta temporada en la historia de la Iglesia se parece de muchas formas a la temporada de la historia de la Iglesia que dirigió el presidente Kimball. Como el presidente Kimball, el presidente Nelson ha —durante su tiempo como presidente de la Iglesia— anunciado 35 templos y emitido un llamado de advertencia a los Santos de los Últimos Días en todo el mundo indicando: “tomen sus vitaminas” y “descansen bien”.
Volví a pensar en la fotografía hace unas semanas durante los últimos momentos de la conferencia general de octubre.
El presidente Nelson habló sobre la próxima primavera cuando la Iglesia conmemorará 200 años desde que José Smith tuvo la Primera Visión.
Como celebración de ese evento sagrado, el presidente Nelson dijo que el año 2020 será designado como un año bicentenario y que la conferencia general el siguiente abril será diferente a cualquier conferencia anterior.
Él nos pidió leer el relato de José Smith de la Primera Visión y reflexionar cómo sería la vida sin el Libro de Mormón o el evangelio restaurado de Jesucristo.
Su invitación fue personal. Fue profética. Vino con una promesa.
“Sumérjanse en la gloriosa luz de la Restauración”, dijo él. “Al hacerlo, la conferencia general del próximo mes de abril no solo será memorable, sino inolvidable”.
Aunque la Iglesia, bajo el liderazgo del presidente Kimball, llevó a cabo la transmisión sesquicentenaria de la conferencia general de abril de 1980 desde la granja de Peter Whitmer en Fayette, Nueva York, donde se estableció la Iglesia en 1830, no creo que el presidente Nelson haya estado pronosticando anuncios o prediciendo un cambio de lugar para la siguiente conferencia mundial. Su invitación se sintió espiritual.
Recordando las invitaciones del presidente Kimball que con gusto contestó, él nos estaba pidiendo que “alarguemos el paso” y “aceleremos el ritmo”.
Desde el púlpito del Centro de Conferencias, el presidente Russell M. Nelson estaba sujetando los brazos de cada miembro de la Iglesia, mirándonos a los ojos e invitándonos a caminar con él.
“Tangan la tranquilidad”, dijo él, “de que la revelación continúa en la Iglesia y continuará bajo la dirección del Señor hasta que se cumplan los propósitos de Dios y el gran Jehová diga que la obra está concluida”.