En un mundo con cada vez más distracciones, nuestros niños se enfrentan a dudas, temores y confusión de forma regular. Ayudarles a conocer, reconocer y buscar al Espíritu les permitirá encontrar fortaleza en sus circunstancias cotidianas. La influencia del Espíritu Santo les ayudará a navegar la turbidez de la vida con fe. El Espíritu Santo es imprescindible en guiar, consolar, iluminar y testificar a sus almas valiosas.
La mayoría de los niños tienen un deseo de aceptar el “cómo” si saben el “por qué”. Enseñar, recalcar y testificar del plan de salvación les permitirá comprender su divinidad y el amor que nuestro Padre Celestial tiene por ellos. Llegarán a confiar en la Expiación del Salvador y a valorarla. Esto les ayudará a reconocer la bella necesidad de la compañía del Espíritu Santo y la función que Él tiene en nuestra vida. Es nuestra responsabilidad sagrada ayudarles a buscar y fomentar una relación con el Espíritu Santo y ayudarles a entender cómo el Espíritu los dirige a ellos de forma específica.
Ya que cada uno de los hijos de Dios es único y todos aprenden y asimilan de manera diferente, tiene sentido que el Espíritu se comunica de maneras individuales. El Profeta José Smith enseñó que el Espíritu nos habla de maneras que podemos entender. “Nuestro Padre Celestial siempre está a nuestro alcance. Él se adapta a nuestro nivel de entendimiento. ‘Si Él viene a un niño, se adaptará al idioma y a la capacidad del niño’” (José Smith, History of the Church [Historia de la Iglesia], 3:392).
Cuando buscamos saber cómo enseñar a nuestros hijos con espíritu de oración y verlos por medio de ojos espirituales, podemos cultivar momentos y oportunidades para que ellos sientan el Espíritu Santo a fin de que lleguen a conocer cómo interactúa el Espíritu con ellos.
Las grandes manifestaciones no son comunes. Es de maneras simples y sencillas que este don transmite la revelación personal que nuestra alma anhela. El élder Boyd K. Packer explicó: “La inspiración llega más como un sentimiento que como un sonido” (“Oraciones y respuestas,” Ensign, noviembre de 1979). Podemos ayudar a nuestros hijos a observar las diferentes maneras que el Espíritu Santo nos guía. El Espíritu puede traer un sentimiento de paz a nuestra mente, puede advertirnos y trae un sentimiento de claridad y seguridad a medida que buscamos respuestas.
Fomentar entornos que promuevan al Espíritu puede ayudar a nuestros hijos a ver que el Espíritu Santo puede transmitir inspiración por una variedad de experiencias. Lograr que nuestros hijos participen de los himnos y la música clásica puede aumentar su capacidad de que sientan el Espíritu. Las canciones de la Primaria enseñan la doctrina y el Espíritu puede testificar de su veracidad. El Espíritu Santo puede inspirar al aprendiz visual por medio de obras de arte hermosas y espirituales. El estar en la naturaleza puede proporcionarle al niño un salón de clase majestuoso donde el Espíritu enseña por medio de la belleza y la reverencia. Podemos ofrecer tiempo diario de tranquilidad para meditar y reflexionar a fin de que nuestros hijos estén abiertos a las impresiones. Alentarlos a que escriban sus impresiones será una bendición de toda la vida para ellos.
Además, la gratitud y el servicio tienen una función importante para sentir el Espíritu. El presidente Thomas S. Monson aconsejó: “El vivir siempre con gratitud en el corazón es tocar el cielo” (“El divino don de la gratitud”, Ensign y Liahona, noviembre de 2010, pág. 90). A medida que alentamos a nuestros hijos a reconocer sus bendiciones y a estar agradecidos en todas las cosas, su conexión al cielo estará fortalecida. La gratitud prepara a sus dulces almas para sentir al Espíritu más fácilmente.
Algo tan dulce como un cumplido sincero es una indicación de que el Espíritu está presente. La hermana Camilla Kimball nos aconsejó a “nunca contener un pensamiento generoso” (Hermana Julie B. Beck, “Sociedad de Socorro: Una obra sagrada”, Ensign o Liahona, noviembre de 2009, pág. 110). A medida que proporcionamos oportunidades para que los niños presten servicio a otras personas y alentamos los actos simples de bondad, podemos estar seguros de que el Espíritu los acompaña.
El invitar al Espíritu a nuestras vidas cotidianas es poderoso y aumenta nuestra capacidad de recibir dirección y sentir su presencia. El élder David A. Bednar enseñó: “Podemos recibir y reconocer más fácilmente el Espíritu del Señor si lo invitamos debidamente a nuestra vida. No podemos obligar, ejercer coerción o mandar al Espíritu Santo; más bien, debemos invitarlo a nuestra vida con la misma bondad y ternura con la que Él nos trata” (“Recibir el Espíritu Santo”, Ensign o Liahona, noviembre de 2010, pág. 94).
Imaginen que a los niños se les enseñara en sus hogares en todo el mundo a comenzar cada día nuevo en humilde oración con una invitación personal para que el Espíritu sea su compañero.
“Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová, y grande será la paz de tus hijos” (Isaías 54:13).